La que fue casa y estudio del pintor valenciano Joaquín Sorolla y Bastida (1863-1923), situada en la calle del General Martínez Campos, junto al Paseo de la Castellana, es en la actualidad un museo dedicado a exponer su pintura y su forma de vivir, porque en lo básico se han dejado el mobiliario, decoraciones, libros y hasta los pinceles gastados que usaba.
Está zona de Madrid a comienzos del siglo XX era un extrarradio de la ciudad en la prolongación del Paseo del Prado, el barrio de Chamberí, y estaba constituida por palacetes y mansiones con amplios jardines, de los que hoy en día sólo quedan en pie unos pocos, pues el desarrollismo destructivo de los sesenta metió en ella la piqueta con saña y hoy quedan pocos ejemplares arquitectónicos de lo que fue, y eso gracias a su transformación en embajadas, museos, fundaciones y similares.
En cuanto a lo decorativo, por llamarlo de algún modo, demostraba su buen gusto también el artista, pues, por ejemplo, el comedor está adornado por altorrelives renacentistas, y el jardín por estatuas de corte helenístico.
La planta alta, que en su día debió estar dedicada a dormitorios, se emplea para exposiciones temporales, ya que los fondos del autor son de tal dimensión que aunque la planta baja es bastante amplia y, en mi opinión está demasiado recargada de obras, no caben todos.
En la actualidad la exposición se dedica a su obra entorno a la ciudad de Granada, por la que tenía un especial cariño, hasta el punto que el jardín, diseñado según esbozos suyos, sigue la traza de los patios nazaríes, arrayanes incluidos. Y son seguramente sus lienzos más impresionistas, hasta el punto que vistos de cerca algunos son sólo manchas de color,
y es necesario alejarse bastante para que se puedan reconocer las formas y los colores en todo su esplendor.
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