Las grandes obras de la Arquitectura Medieval, tanto en el ámbito religioso como en el laico, eran empresas colectivas que se iban desarrollando a través de generaciones, así son múltiples los ejemplos de edificios que se comenzaron en estilo románico y se coronaron con las bóvedas de crucería del gótico, estre ellos Santa María Novella, en Florencia, como paradigma de la integración con su volutas renacentistas en fachada, que representan el símbolo matemático de la integral.
Con el Renacimiento, que en su aspecto económico marca el nacimiento del capitalismo, los promotores pasan a ser agentes únicos, bien el Príncipe -Palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada-, el Pontícife -diversas ampliaciones del Vaticano-, el Magnate -Palacio Rucellai-, una Congregación -Basílica franciscana de Asis-, un Gremio -Scuola de San Roucco, en Venecia-...
La Catedral de Valladolid es una apuesta personal del monarca don Felipe el Segundo, en muestra de agradecimiento por el trato recibido mientras fue capital de las Españas, antes de que trasladara la corte a Madrid, y encargó el proyecto al que consideraba su mejor arquitecto en aquellos 1590: Juan de Herrera, a ejecutar sobre una Colegiata preexixtente.
(En negro lo construido y en punteado los ábsides definitivos)
Éste diseñó unos planos llenos de novedades -lo que después se llamaría "estilo herreriano"- en la que se mezclan diversos lenguajes del manierismo italiano despoblándolos de cualquier adorno y proyectando por primera vez una bóveda plana en lugar de una cúpula en el crucero, que aquí no se llegaría a ejecutar, aunque sí en el Monasterio de El Escorial, en la zona del coro, y tampoco faltaban en los contrafuertes las volutas con la integral con que se resolvió el problema de cambio de alturas entre la nave central y las laterales en Sata María Novella de Florencia. Precisamente la faraónica obra le impidió trasladarse a Valladolid, y dejó su ejecución a un arquitecto de su confianza y al Maestro de Obras Pedro de Tolosa. Y los gastos que acarreaba dejaron el proyecto ejecutado en menos de la mitad y sin cubrir la nave central.
La muerte de Juan de Herrera y la del monarca en 1598, dejaron la obra inconclusa, durante varias décadas, y no se reanudaron hasta 1666, ya en pleno Barroco, y Churriguera transformó las torres gemelas clásicas de la fachada en dos engendros tubulares, y llenando la puerta con adornos de extraño gusto. Para más, hacia 1841 se derrumbó una de las torres, quedando la fachada principal con la asimetría actual y la opuesta con el desastre que puede observarse en la fotografía.
La muerte de Juan de Herrera y la del monarca en 1598, dejaron la obra inconclusa, durante varias décadas, y no se reanudaron hasta 1666, ya en pleno Barroco, y Churriguera transformó las torres gemelas clásicas de la fachada en dos engendros tubulares, y llenando la puerta con adornos de extraño gusto. Para más, hacia 1841 se derrumbó una de las torres, quedando la fachada principal con la asimetría actual y la opuesta con el desastre que puede observarse en la fotografía.
Así pues podemos decir que se trata de un caso más de Arquitectura Perdida.
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